Obras
Nota de prensa
Nunca he comenzado un texto con tanta admiración y recelo al mismo tiempo. Recelo para la serie que nos ocupa, difícil de justificar objetivamente al tratarse de un proceso creativo tan íntimo y personal que da lugar a un conjunto de paisajes emocionales que forman parte de lo que se ha dado en llamar “mi pequeño imperio”. Y admiración por el artista, Víctor Pulido, el cual ha sido capaz de desnudar y exhibir simultáneamente la génesis de todo su proceso conceptual y creativo.
De este modo, partiendo de sus propias reflexiones1, subrayamos ciertas referencias en su génesis conceptual a la “Ciudadela Interior”2, ese ensayo analítico sobre las “Meditaciones” de Marco Aurelio, según el cual todo en nuestra existencia depende de cómo se representa las cosas a uno mismo. La importancia capital no de las experiencias vitales que nos afectan, sino del juicio interno que realizamos sobre las mismas. En una suerte de paralelismo con el proceso creativo de Víctor Pulido, nos confirma que el elemento determinante del proceso de creación hay que buscarlo y radicarlo dentro, y no fuera del artista.
En efecto, la creación como resultado del ejercicio diario y profundo de su interioridad, de su frágil equilibrio para no perder la cordura en la marejada de estímulos que se¡ presentan ante sus ojos inquietos. Es fruto del diálogo constante consigo mismo, el cual permite ajustar con racionalidad y con precisión su propia actitud ante la existencia. Determinando que el proceso creativo va en paralelo a un proceso íntimo de introspección, se producirá un progresivo despojamiento de lo superfluo para centrarse en lo primigenio. En consecuencia, como si tratara de cierto estoicismo artístico, puede ser que la obra cobre un nuevo significado al crearse no para exponer un sistema ordenado y coherente, una composición equilibrada y una rica paleta cromática, sino para formar al espectador, para trabajar su espíritu en un proceso de creación o de evolución por el que todos hemos de transitar para el desarrollo de nuestro propio interior. Así, como quedó reflejado al inicio del texto, Víctor Pulido se desnuda emocional y artísticamente, aleccionando al espectador sobre la importancia de padecer ese proceso de búsqueda interior para la consecución de su propia evolución personal. En conclusión, al igual que sucede con la lectura de ensayos, la contemplación y reflexión sobre la obra de Víctor Pulido puede suponer una honda terapia existencial y espiritual.
Enlazando con la reflexión anterior, también se debe destacar la referencia al Mito de la caverna de Platón. Esta explicación metafórica, realizada al principio del VII libro de la República, versa sobre la situación en la que se encuentra el ser humano con respecto al conocimiento. En ella diferencia la percepción de dos mundos: el mundo sensible, captado a través de los sentidos, y el mundo ininteligible, que se puede catalogar como de puro conocimiento puesto que no intervienen ninguno de ellos.
Así, el proceso de creación vinculado a “mi pequeño imperio” quedaría estrechamente ligado a este último, ya que el pretexto de esta serie no es la realidad captada a través de los sentidos, sino la más pura y desnuda abstracción.
La abstracción cobró protagonismo en la trayectoria artística de Víctor Pulido desde su propio origen, ya que el dibujo y la forma aprehendida venían de serie, sin preámbulo ni antecedentes. Posteriormente, se interesó por la figuración y el realismo, pero en principio todo era pura abstracción, y en ese ámbito comienza a explorar y hacer uso del color y la materia. Así, actualmente, retorna a los orígenes de su creación artística, a lo primigenio, donde todo el proceso creativo está por hacer y, cuando aún no está todo hecho, todo se vuelve ilusión, fuerza, armonía y dictado. Hace tiempo que Víctor Pulido no se divertía pintando como un niño, apasionándose con cada nuevo hallazgo, construyendo su pequeño imperio, un universo en el que se mueve entre lo micro y lo macro, al mismo tiempo que entre lo orgánico y lo inorgánico.
En dicho universo, destaca la obra individual como paisaje emocional, aquel que recuerda escenas ya vividas o por vivir, sin necesidad de ninguna referencia figurativa, y donde es inevitable la comparación con las imágenes que subyacen en nuestra mente. Así, privilegia la observación por encima de la acción, el disfrute del tiempo, cuya falta supone el mal de nuestra existencia; un tiempo donde el pasado es como la muerte y los recuerdos son permeables porque están customizados con las reflexiones del presente.
“Mi pequeño imperio” está compuesto por un grupo secuenciado de obras unificadas en base al formato y la técnica, a través del uso de la resina como aglutinante, ya utilizada en su fase de aprendizaje en la facultad de Bellas Artes, donde experimentaba también con abstracciones puras. En su evolución artística ha seguido vinculando el uso de la resina con la abstracción, pero siempre abriendo la vía a la búsqueda de referencias figurativas. Así, estética y temáticamente, esta serie se podría definir como de paisajes emocionales, en los cuales la única referencia figurativa es la mineral, quién sabe si imbuido por la profesión de su padre. Por otra parte, manteniendo su naturaleza abstracta, Víctor Pulido facilita el intento del espectador de trasladar la imagen al espectro figurativo mediante los títulos, alternando estas relaciones con alusiones a otro de los pilares fundamentales de su obra, el color. Así, las referencias que busca reconstruir mentalmente el espectador le llevan de lo micro a lo macro, desde los minerales y lo microscópico a los paisajes aéreos o incluso al cosmos.
Esta serie también versa sobre la piel del cuadro sin complementos, de lo brillante, satinado o mate de la superficie pictórica, además de su transparencia, translucidez u opacidad. Esa preocupación por la dermis pictórica se ve reflejada en la adopción de Barak como concepto aglutinador. Y es que el apellido Pulido, que en tiempos de la conversión religiosa se tomó como ejemplo de purificación, corresponde al vocablo hebreo Barak que significa “aquel pulido y purificado, aquel bendecido de rodillas”.
Pero si, a mi parecer, hay un núcleo temático en la serie que nos ocupa, ése es el proceso de creación en sí mismo, que parte de la concepción del mundo como ente fractal, donde los procesos naturales son irreversibles.
De este modo, Víctor Pulido parte del fractalismo1, en una suerte de mímesis creativa con Salvador Dalí, con quien comparte el faro de una mente científica, que en la práctica artística se traduce en forma de poesía metafísica, ya tratada en series anteriores como los fósiles, los cabezos, los insectos, el ámbar...
De esta manera, hace uso de una suerte de ley universal para el crecimiento de los seres vivos en relación a su propio proceso de creación. Y al igual que las leyes de la física ponen límite al crecimiento del metabolismo, es el propio artista en esta serie quien pone coto a las infinitas posibilidades que se le abren a cada paso y a cada obra que da por finalizada. Si la creación de cualquier elemento natural se ajusta a una función de crecimiento universal, una ley en la cual tanto lo micro como lo macro se comportan de una forma predecible, regularizando su desarrollo, esta especie de función matemática, a modo de ley potencial, se relaciona con el fractalismo. Al mismo tiempo, en la obra más reciente de Víctor Pulido se puede establecer una relación entre lo orgánico y lo inorgánico, tomando como elemento diferenciador al carbono que interviene en todas las reacciones que tienen que ver con lo orgánico, una clara referencia al ámbar y los insectos, series que junto con la presente acaban por conformar una trilogía conceptual. Precisamente el ámbar, un elemento orgánico en su origen que acaba por ser inorgánico. En efecto, si en la creación mineral intervienen elementos naturales como el oxígeno, el gas, el magma, el agua o incluso materiales orgánicos en descomposición, sometidos a cambios de temperatura y de presión, la grandeza y lo inabarcable del pequeño imperio de Víctor Pulido radica en el uso que hace la creación artística de los mismos elementos y condiciones que utiliza la naturaleza. Así, la creación toma en esta serie un carácter natural cuasi divino, aunque con un gran peso de premeditación conceptual inmersa en su ya dilatada carrera artística.
Y es que, en la génesis de esta serie, en relación al concepto de arte como imitador de la naturaleza, Víctor Pulido va más allá y llega a emular su propio proceso de Y es que, en la génesis de esta serie, en relación al concepto de arte como imitador de la naturaleza, Víctor Pulido va más allá y llega a emular su propio proceso de creación. Es una suerte de creación artística que bebe del “azar y la necesidad”2 de su añorado maestro José Guevara, dando entidad artística a planteamientos conceptuales que llevan mucho tiempo enraizados en su mente. Cerrando el círculo, en el proceso creativo no sigue nunca el planteamiento inicial y, por eso mismo, prima la emoción del artista, convirtiendo la obra en una suerte de paisaje emocional.
En definitiva, volviendo al eje conductor de la serie, la creación en sí misma, “mi pequeño imperio” condensa la creación pura y libre, donde no subyace ninguna referencia figurativa. Igual que las matemáticas impregnan el ritmo musical a través de la geometría, Víctor Pulido aplica leyes científicas hasta hallar un patrón áureo en su creación artística.